DÍA INTERNACIONAL DE LA DANZA.
Veinte bailarines del centro Reina Sofía de Monzón estrenaron «Estrategia… renacer».
F.J. PORQUET30/04/2017
MONZÓN.- Emotividad y responsabilidad son las dos palabras que el espectador asocia a Estrategia… renacer, el último montaje del grupo de danza contemporánea «Danza conmigo» del centro Reina Sofía de Monzón que gestiona Atades-Huesca.
Los veinte bailarines con discapacidad intelectual o de desarrollo se ganan al público a pulso. Porque emocionan y porque transmiten compromiso con la escena. Las destrezas y las torpezas se funden en un todo que es su seña de identidad. Se entregan y no resulta apropiado hablar de torpeza, sino de particularidad.
El viernes estrenaron en el teatro Victoria de Monzón y dejaron claro que su estrategia -excusen el juego de palabras- no en tanto renacer como crecer.
La danzaterapeuta Rocío Estramadoyro es la responsable de este proyecto basado en el voluntariado. Lo puso en marcha en 2011 y hace tiempo que recoge frutos. Objetivos: derribar barreras para facilitar la integración en una sociedad no poca veces intolerante y crear coreografías que muestran el entusiasmo de vivir, plantan cara al miedo «por lo que hay y por lo que no hay», y eliminan la vergüenza y el temor al escenario.
En la presentación del espectáculo, Estramadoyro tuvo palabras de gratitud para José Pérez (guitarra y composición), Ana Gistau (piano y arreglos) y Edu Magri (percusión) -los tres músicos que tocan en directo-, y también para Chema Ferrer (sonido) y Sergio Sisques, autor de las imágenes que hacen el papel de decorado (un trabajo impecable, bien casado con el hacer de los bailarines).
La directora señala: «El esquema de trabajo está basado en el aprendizaje grupal y en compartir sin competir. La base es la unión y crear colectivamente. Seguimos la escuela de la bailarina alemana Pina Bausch, basada en la importancia del gesto y la libertad de acción. Cada bailarín ejecuta libremente el movimiento, no hay un rigor ni todos tienen que repetir lo mismo. Esto permite que cada integrante pueda trabajar la cualidad artística».
José, Ana y Edu clavan la música (fruto de la convivencia, se han hermanado con los bailarines; se les nota), y Rocío ha sabido «insertar» su voluntad, su ánimo de dar un paso más allá, en el elenco de artistas de entre 25 y 40 años de edad afectadas de diversas patologías y síndrome de Down. No hay noticia de otra compañía de estas características en España.
Un apunte subjetivo: en algunas escenas da la impresión de que la repetición de movimientos se prolonga en exceso. Sin embargo, esa mímica reiterada y bien acunada por la música acaba por «cazar» al espectador y, mejor todavía, nadie piensa en abandonar la butaca, pues quiere saber más, qué otra sorpresa depara el montaje, por dónde hará circular Estramadoyro a sus pupilos para -excusen de nuevo la licencia- crecer.
Fuente: Diario del AltoAragón, 30/04/2017.